Si hablamos de la belleza de la costa alicantina, un nombre que no puede faltar en cualquier ranking es Altea. No en vano esta población es conocida más allá de la provincia y no le faltan razones para ser visitada.
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El mar Mediterráneo, que baña sus conocidas y turísticas playas, es un foco de interés para el turismo nacional e internacional. Pero también lo es el casco histórico, siempre tan bullicioso y animado con sus típicas casas blancas llenas de carácter. Una luminosidad que hace que esta villa de apenas 34 km2 sea un lugar con gran afluencia de visitantes.
Altea se distingue también por ostentar el título oficial de Capital Cultural de la Comunidad Valenciana 2019-2020. Un galardón bien merecido en parte gracias a la cantidad, variedad y calidad de la oferta cultural que ofrece la ciudad.
Una de las ubicaciones en las que disfrutar de actuaciones musicales y teatrales es en el Palau Altea Centre d’Arts. Este moderno espacio con aforo para 859 personas situado en el casco antiguo de la ciudad alberga diferentes eventos constantemente.
Pero Altea ofrece muchos más espacios de interés, muchos de ellos llenos de historia, repartidos por diversos rincones de la ciudad.
El rico patrimonio se aprecia igualmente en los monumentos y otros lugares de interés que se sitúan en la ciudad como:
De segunda mitad del siglo XVI y declarada Bien de Interés Cultural, una torre de vigía ya completamente reformada. Se utilizaba para dar aviso en caso de accidente, formando parte de los elementos de la red costera.
Situada en la plaza que lleva su mismo nombre y levantada sobre la antigua torre defensiva de la ciudad, erigida en la Edad Media. La Torre de Bellaguarda tiene una datación bien extensa: del siglo XIV al siglo XX, ya que ha sido totalmente rehabilitada.
En la actualidad desde su parte más alta se puede observar una magnífica vista panorámica de la ciudad y su costa.
Un emblema inconfundible de la ciudad, que ha adoptado sus dos bellas cúpulas como símbolo de Altea. Es la iglesia más conocida y visible, situada en el punto más alto de Altea, conocida como “la cúpula del Mediterráneo”.
Quien va a hacer turismo a Altea tiene mil posibilidades, entre las cuales destacan, cómo no, sus fantásticas playas.
La costa de Altea, con más de 6 kilómetros de playas, se convierte en el paraíso de los turistas que buscan el sol.
Entre las más conocidas se encuentran:
Un lugar de auténtica desconexión y desde el cual se pueden observar tanto el Peñón d’Ifach, en Calpe, como l’illeta. Esta última, l’illeta de l’Olla, es una pequeña isla frente a la playa, a la que se puede llegar nadando.
No sólo de playas vive Altea, ya que su riqueza inmaterial también está bien representada por sus celebraciones y sus platos.
Una de las fiestas más conocidas se celebra en febrero, llamada fiesta de “Mig Any” (en castellano “Medio Año”). En ella se conmemora la batalla entre moros y cristianos, y las comparsas salen a desfilar con las ropas de uno u otro bando.
En julio es el turno de las fiestas marineras, dedicadas a Sant Pere y a la Virgen del Carmen. Son de origen religioso e incluyen una procesión en el mar, llevando los marineros a estos santos en sus embarcaciones.
En agosto la fiesta está bien presente en la playa de l’Olla. Este es el escenario de uno de los espectáculos pirotécnicos más admirados de Altea: el “Castell de l’Olla”. Un gran reclamo turístico con más de 30 años de historia que reúne cada año a más de 50.000 personas.
Y nada mejor para redondear la jornada que llenando el paladar de los mejores sabores de la zona. Con un marcado carácter mediterráneo, la gastronomía de Altea se distingue por los productos que ofrecen el mar y la tierra.
No podemos marcharnos de allí sin probar la paella amb aladroc (boquerones) o el empedrat, una ensalada de alubias blancas y bacalao.
Altea se alza, pues, como un lugar perfecto para pasar unos días de desconexión, disfrutando de sus bellos rincones. La luz que irradia toda la ciudad, con sus bonitas callecitas del centro histórico, pueden ser el fondo más romántico.
Un buen destino para disfrutar a solas de una pequeña escapadita para dos, a los pies del apacible mar Mediterráneo.
Recorrer las calles del pueblo antiguo, disfrutar de la brisa marina o de una buena copa de vino frente al mar. O admirarse al observar la belleza arquitectónica de la Iglesia Ortodoxa rusa de Altea, la primera de este tipo en España. Son solo alguno de los muchos motivos por los que añadir Altea a la lista de destinos pensados para parejas.
Y, cómo no, completar nuestra visita practicando actividades náuticas como paddle surf, realizar una ruta en kayak o un paseo en barco. Y si queremos más, también podemos explorar el fondo marino de Altea realizando un bautismo de buceo con profesionales.
O disfrutar del mar a tope alquilando una moto acuática o probando el flyboard para recargar las pilas al instante.
Saborear el café de la mañana rodeado de naturaleza en la piscina de tu Villa Premium