Visitar Altea es transitar por la esencia de Alicante; este municipio es una oda al mar.
Cuenta con un litoral de 6 kilómetros conformado por cantos rodados que posibilitan que sea una zona inmune a las aglomeraciones playeras.
La belleza radiante de sus aguas, casi transparentes, mezcladas con un sol benéfico (en Altea, la temperatura media durante todo el año es de 25 grados), deja un poso de suavidad, vitalidad y sensualidad en quien la visita.
Altea se caracteriza también por el encanto de sus casas blancas, en lasque se baña la luz y por un acentuado sentido de comunidad
Estos aspectos se aprecia en la riqueza de sus actividades sociales, y la fuerza de su tejido comercial, que se trasluce en iniciativas como su mercadillo urbano.
En este artículo, te explicamos porqué visitar este municipio, muy cercano a VIVOOD.
Índice
La sierra de Bernia, compacta y hecha de tonalidades verdosas, custodia Altea, cuyo casco antiguo rezuma encanto, con su colmena de casas blancas y radiantes, y sus calles estrechas y empinadas.
Nuestra recomendación, cuando se llega al pueblo, es disfrutar en primer lugar de sus playas.
Podemos empezar por la Roda, que es la principal playa urbana del municipio.
La excelencia de sus servicios se refleja en que goza de «Bandera Azul».
(con la que se reconoce calidad, seguridad, higiene, prestación de servicios y cuidado de medio ambiente).
También merece mención propia la playa Cap Blanch.
(la más extensa de la localidad, realzada por el encanto del paisaje circundante y sus posibilidades de ocio).
Por su parte, la playa de La Olla sobresale por la calidad de sus aguas, mientras que el litoral de Cap Negret, enclavado en la desembocadura del Río Algar, es un verdadero remanso de paz.
En el caso de que seas un fan de los deportes acuáticos, la playa más apropiada es la de Cap Negret.
A Altea, uno de los puebles más reputados de Alicante, se la conoce popularmente como la cúpula del Mediterráneo.
El motivo de este apodo son las dos bellas cúpulas de cerámica azul, pertenecientes a la iglesia del Consuelo, que gobiernan el pueblo antiguo desde lo alto de un cerro.
El pueblo se articula a través de casitas encaladas, de un blanco prístino, que se erigen en una ladera que cae, con espíritu bamboleante, hasta las profundidades del mar Mediterráneo.
Altea es un pueblo costero, conformado por una larga tradición pesquera.
Desde sus comienzos, la gente de este municipio construía las jornadas gracias a una dieta rica en hortalizas y pescado, que los lugareños extraían de la tierra y el mar gracias a su espíritu laborioso.
En buena parte de las casas de la Villa, es característico contar con un «recetario» de la zona, que a menudo se preserva de manera memorística.
Entre las preparaciones más habituales encontramos el arroz con habichuela y pulpo.
La «paella dáladroc», paella de boquerón en castellano, es la paella más característica de Altea.
También juega un papel importante el arroz con bogavantes, muy apreciado por los paladares más selectos.
Con un sabor singular y una elaboración muy cuidada, es un arroz que se come durante todo el año.
En cuanto a los dulces, es muy específico de la zona los rollos de naranja, así como las monas en las vísperas de Pascua y los «Pastissets de boniato» para Navidad.
También resulta muy reseñable el caldero marinero (receta de los marineros que iban embarcados varios días).
Por cierto, si se trata de probar un manjar típico de la zona, te aconsejamos que degustes el tomate rosa, cuyo saber es asombrosamente dulce.
Un dato ilustra la extraordinaria vitalidad que irradia este pueble.
De las 22.000 personas que viven en el municipio, más de 7.000 provienen del extranjero, de acuerdo con los datos suministrados por el portal de información Argos.
Por si fuera poco, Altea se encuentra flanqueada por otras joyas inestimables de la Costa Blanca, como Calpe o Benissa, ambas dotadas también de un rico patrimonio histórico.
Sus orígenes se remontan a la época árabe, tiempo en el que los musulmanes dejaron un amplio legado en Altea, que en aquel momento pertenecía a la Taifa (reino) de Denia, tras la escisión del Califato de Córdoba.
De hecho, algunos estudiosos sostienen la teoría de que el nombre de Altea procede de Althaya, un nombre que en árabe significa «salud para todos».
Sería Jaime I el Conquistador el encargado de apoderarse de la ciudad en el año 1244 y denominarla Altea.
Pero los musulmanes siguieron poblándola por un tiempo hasta que se decretó la expulsión de los moriscos de la península.
Este destierro se tradujo en que Altea se despoblara y por poco cayera en el olvido.
La pervivencia de los árabes se percibe en el blanco refulgente de sus casas del núcleo antiguo.
Estos hogares, por encima del tejado de las casas puede avistarse el rutilante mar Mediterráneo y donde cada balconada ofrece panorámicas sensacionales.
Un legado árabe que también se refleja en los azulejos pintados a mano.
Esa herencia seguramente también explica por qué el pueblo antiguo está jalonado de pequeñas tiendas de artesanía.
Otro de los ejes sobre los que gravita los fundamentes alteano es su mercadillo y el aire bohemio que este confiere a la ciudad.
Todos los martes no festivos se congregan 300 puestos de toda clase, durante 6 horas (de 8 a 14 horas), donde encontraremos la fruta y la verdura de la huerta levantina, así como la vertiente más textil, con puestos especializados en la venta de zapatos, bolsos, monedero, sombreros e incluso algún vestido de sevillana.
Altea es sin lugar a dudas un destino a visitar, comparte con VIVOOD encanto, belleza, la combinación perfecta para disfrutar de una escapada de desconexión en plena naturaleza y de renovar energías.
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